Diversos motivos pueden llevar a las mujeres a postergar la búsqueda de un hijo: realización personal, estudios, razones laborales, etc.
Sin embargo, si bien ciertas pautas sociales y culturales han cambiado desde los tiempos en que el rol de las mujeres pasaba por el cuidado del hogar y de los hijos, es conveniente recordar que el reloj biológico femenino sigue siendo el mismo.
A partir de los 35 años la fertilidad de la mujer comienza a decaer, y es mucho más difícil el logro de un embarazo mas allá de los 40.
Además, a partir de los 35 decrece la calidad de los óvulos y aumenta, en consecuencia, la posibilidad de generar alteraciones cromosómicas como el síndrome de Down, que se presenta en uno de cada 1.500 nacimientos por debajo de los 33 años y crece a uno de cada 80 nacimientos, superados los 40.
Es por esto que, superados los 35 años, y luego de seis meses de búsqueda sin resultado positivo, se debe consultar con un especialista, quien realizará el diagnóstico y el tratamiento correcto en el menor tiempo posible facilitando el logro de ese embarazo tan deseado.
Entre los exámenes recomendados para estos casos, no debe faltar un estudio hormonal de la mujer, una evaluación de la cavidad uterina y de las trompas de Falopio.
Estos estudios deben completarse con un espermograma completo. Luego se decide la conducta terapéutica a seguir, teniendo en cuenta que el tiempo perdido en esta etapa de la vida no se puede recuperar.
Es fundamental entonces, la realización rápida del tratamiento adecuado, muchas veces recurriendo a inseminaciones o técnicas de fertilización in vitro o ICSI (inyección de un espermatozoide dentro de un óvulo), para que la mujer cuente con las mejores posibilidades para lograr el embarazo.
En este marco, se recomienda a quienes acceden tardíamente a la maternidad realizar estudios diseñados para detectar posibles anomalías en la constitución cromosómica del bebé. Entre los exámenes considerados no invasivos, ya que su realización no conlleva ningún riesgo de pérdida del embarazo, figura el screening ecográfico del primer trimestre denominado NT Plus 11-14.
Este estudio detecta el 80 por ciento de aquellos embarazos que presentan anormalidades cromosómicas, además de ayudar a identificar la existencia de determinadas patologías en embarazos múltiples y posibles defectos cardíacos fetales.
Por otra parte, el test de vellosidades coriónicas y la amniocentesis son los estudios más representativos de los denominados invasivos, e implican un riesgo estimado entre 0,5 y 1 por ciento de interrupción o pérdida del embarazo.
Como se ha tratado de explicar, lo esencial es que la mujer sea consciente de que después de los 35 años la posibilidad de lograr un embarazo está disminuida, por lo tanto, si la búsqueda espontánea es negativa, no hay que perder tiempo y se debe consultar con un especialista.
Una vez logrado el embarazo se pedirán estudios diagnósticos invasivos o no invasivos con el fin de descartar principalmente enfermedades genéticas, que son más comunes una vez superados los 35 años.