Los datos sobre disponibilidad y consumo de fibras en la Argentina indican que la inclusión de este tipo de alimentos en la dieta diaria de nuestro país se encuentra muy lejos de cumplir con las recomendaciones actuales (25 a 30 g diarios).
Se estima que al bajo consumo se suma la poca variedad en la selección de los alimentos que la contienen (frutas, vegetales crudos, legumbres y cereales integrales, frutas secas y semillas).
Entre las causas que originan el bajo consumo, se encuentran: el desconocimiento de los beneficios que generan, la dificultad del consumidor para identificar los alimentos con fibra y la percepción errónea de feo sabor.
Sin embargo, la fibra dietaria debe formar parte del menú diario, ya que aumenta la sensación de saciedad -lo que la convierte en un aliado ideal para tratamientos contra la obesidad-, contribuye a reducir el nivel de colesterol en sangre, mejora el tránsito intestinal y mantiene la función normal de la pared intestinal.
Por otra parte, ayuda a prevenir diversos tipos de cáncer (como el de colon) y disminuye la aparición de enfermedades del corazón y del sistema circulatorio. También se ha visto que modifica la digestión y absorción de diversos nutrientes.
La fibra puede ser soluble o insoluble. La primera se encuentra en la avena, la cebada, algunas frutas como manzanas y naranjas, y en hortalizas como zanahorias y coliflor. Las insolubles, en tanto, se hallan en los granos integrales y algunas verduras.