Cada año se diagnostican nueve casos de diabetes mellitus cada 100 mil niños de 0 a 15 años sólo en el ámbito de la Capital Federal. La cifra surge de una investigación que se desarrolla desde 1991, conjuntamente con el Hospital de Niños de Pittsburg de los Estados Unidos que, por espacio de 10 años, se propone indagar sobre el factor que se asocia a la predisposición genética del individuo para producir la enfermedad.
Los padres suelen consultar al médico cuando notan que el niño toma líquido en exceso, orina mucho y pierde, en forma inexplicable, hasta 4o5kgde peso en un mes. No obstante, durante el período de comienzo de la diabetes estos síntomas no siempre aparecen; por eso resulta tan frecuente que se la detecte por casualidad, a partir de un análisis de sangre o de orina de rutina. El déficit de insulina se intensifica a medida que el páncreas se enferma, y es recién entonces cuando el niño se ve desmejorado. Durante la etapa asintomática, el diagnóstico de certeza se obtiene con un control de glucemia en sangre.
En ocasiones, el páncreas segrega la insulina necesaria para mantener la glucosa estable en ayunas, pero el nivel desciende notablemente después de las comidas. Una glucemia en sangre superior a 120 mg/100 cm3 —considerado normal—, sumada a la polidipsia (sed excesiva), la poliuria (orinar en exceso) y la pérdida de peso mencionados confirman el diagnóstico de diabetes mellitus. El tratamiento consiste en la aplicación de insulina —porcina o con dos inyecciones diarias, antes del almuerzo y la cena. Puede ser sustitutivo o complementario de la secreción pancreática y la dosis se establece de acuerdo con el cuadro particular que presenta el niño, su peso y las necesidades exteriorizadas en los niveles de glucosa en sangre y orina.
La diabetes infantil conmociona a toda la familia, al punto que muchos padres salen en busca de soluciones mágicas, por lo demás inexistentes. El tratamiento de esta afección es costoso —cada frasco cuesta entre 10 y 15 pesos, a lo que se suman las tirillas reactivas usadas en el automonitoreo de sangre y orina y las jerigas—. Por el momento, la insulina, un plan alimentario acorde con la edad y el peso del paciente, la educación diabetológica y el apoyo psicoterapéutico son el único camino posible para tratar estos casos. Como corresponde a todo niño, el diabético necesita una alimentación completa —carnes, leche, huevos, cereales, frutas y verduras; lo único que se le restringe es el consumo de azúcares de rápida absorción. Sabemos que este es el aspecto más difícil de controlar, pero los padres deben influir hasta lograr que el niño cambie las golosinas por los salados de tipo "copetín".
El objetivo clínico es que el niño crezca y se desarrolle normalmente, sin trastornos emocionales y con buena adaptación social; la actividad tísica regular contribuye en gran medida, a estos fines. Desde los 6 años se le enseña al paciente a cumplir con el autoexamen, a inyectarse la insulina y a llevar una planilla de las variaciones necesarias a las dosis ya establecidas. La hipoglucemia, una de las complicaciones más frecuentes del tratamiento, se produce cuando baja bruscamente el nivel de glucosa en la sangre y se manifiesta con palidez, sudoracián y mareos. El diabético puede sufrir un repentino cambio en su conducta y hasta llega a desmayarse o tener alucinaciones.
Es importante tomar en cuenta que la hipoglucemia puede ser erróneamente interpretada como la consecuencia del consumo de drogas. Para prevenir situaciones conflictivas, se recomienda al adolescente diabético el uso de una medalla identificatoria, que contenga sus datos personales y alerte sobre su enfermedad. Por último, se recuerda a los padres que un tratamiento inadecuado retrasa el crecimiento y el desarrollo puberal del niño. La consulta oportuna, en cambio, favorece la formación de un individuo consciente de su enfemedad, capaz de abrirse paso hacia un futuro que promete interesantes logros en el campo terapéutico.
La información contenida en este articulo tiene una función meramente informativa.
Ante cualquier duda consulte a su medico o terapeuta .
Fuente: Dra. Olga Ramos