Desde que nuestros hijos comienzan a crecer, los padres están enseñando "la sexualidad", en la familia, aunque no sean muy conscientes de esto. Algunos se preguntarán con asombro; "¿Cómo?". Cuando les enseñamos los nombres de las partes del cuerpo y sus cuidados, les estamos enseñando a valorar su cuerpo, y ellos cuidan su cuerpo de manera natural; cuando les enseñamos a bañarse y les vamos explicando entre sonrisas y enojos, entre exigencias y caprichos, los riesgos de no higienizarse correctamente -desde una herida hasta la bajada del prepucio en los varones-, les estamos enseñando a cuidar su cuerpo.
Allí es donde comienza el diálogo de manera natural, donde todavía los pudores no han levantado muros de silencio, donde la cotidianidad labra caminos de comunicación estrecha, donde se gesta el respeto por el otro y por uno mismo. De pronto, invadidos por una realidad, nos asaltan las preguntas: ¿Cómo enseñar la sexualidad? ¿A qué edad enseñarla? ¿Qué decir, cuándo, cómo y dónde?... Sí, lo sabemos, ya está por terminar la primaria, se viene la pubertad, la menstruación en las chicas, la polución nocturna en los varones. ¿Cómo empiezo a hablar de todo esto ahora?
A través de la higiene se abren las puertas con los chicos; luego, a medida que crecen, se van generando espacios más definidos de intimidad. Comienzan a establecerse códigos de comunicación entre los padres y los hijos, que sin invadir la intimidad, nos generan puertas de diálogo, nos permiten tener presencia y generan la confianza suficiente para que ellos sepan que hay un diálogo abierto, que uno como padre está atento y que pueden contar con nosotros. Si lo quisiéramos poner en etapas, podríamos decir de manera simple que al cuerpo primero se lo conoce: ahí tenemos la primera infancia; en segundo lugar, se lo cuida: ya están en la primaria; tercero, se lo comienza a entender: fines de la primaria y comienzos de la secundaria, y, por último, en cuarto lugar, sólo cuando se lo entiende se lo respeta.
No hay recetas; cada hijo es un ser único, irrepetible: algunos más tímidos, otros más conversadores y osados. Pero el denominador común del diálogo entre todos -impregnado con nuestro amor de padres- debería ser la naturalidad de la biología humana sostenida a lo largo del tiempo y adaptada a cada etapa de crecimiento de acuerdo con cómo se presente en cada uno de nuestros hijos.
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Fuente: Spohia Link
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